La
empatía es una habilidad directamente relacionada con la inteligencia emocional
que nos puede ayudar a aumentar la calidad de nuestras relaciones sociales, ya
sea de pareja, de familia, con nuestros amigos o incluso, las laborales.
En
nuestro post de hoy, vamos a reflexionar sobre la importancia de cultivar
nuestra empatía, ya que nos parece, en todo caso, una buena actitud ante la
vida.
Somos empáticos por naturaleza
Es
inherente en el ser humano, el ser empático. Cuando alguien cercano a nosotros
tiene un problema, nuestro instinto natural es ayudarle, pues, nos
identificamos con él.
Ahora
bien, muchas veces podemos encontrarnos con personas que, aparentemente parecen
no tener ningún tipo de empatía hacia los demás. Son incapaces de ponerse en el
lado de la otra persona que es, la esencia del carácter empático en si mismo.
De hecho, la palabra empatía tiene su origen en el término griego empátheia,
que significa “entrar en el sentimiento”. Así, la empatía, realmente, se basa
en la capacidad de conocer a los otros pero también a nosotros mismos.
Las 3 fases para desarrollar la empatía
Se han determinado tres etapas
principales que toda persona debe atravesar si quiere desarrollar un carácter empático adecuado.
1. Prestar atención a los otros. Se trata
de abrirnos completamente a otra persona, interesándonos por su existencia. No
se trata de hacerlo por un interés personal o de poder, sino porque realmente
queremos sintonizar con lo que ésta realmente siente o piensa. Para lograrlo,
nuestra actitud debe dejar de lado ideas preconcebidas en relación al otro,
pues sino, no conseguiremos una conexión directa y profunda con ella, que por
tanto, nos permita comprenderla de una forma plena.
2. En el contacto directo y espontáneo con los
otros, no perdemos la noción de nosotros mismos.
La idea es
sentir las cualidades interiores de la otra persona pero el objetivo no es
fusionarnos con ella. No abandonamos nuestra noción del “yo” por derribar las
barreras que nos permiten comprender más al otro.
3. Regreso
a la parte de nosotros mismos tras el encuentro con la otra persona.
Al comprender el
interior del otro, lo que siente, en cierta medida, nos “transportamos” a su
interior. Sin embargo, resulta necesario no perder nuestro “yo”. Los
sentimientos y los pensamientos del otro pueden quedar grabados en nuestro
interior , como una imagen del alma, la cual puede regresar a nosotros, en el
momento en que el otro lo necesite. Sin embargo, no podemos reemplazar esa
imagen por la de nuestro propio yo. La empatía, al fin y al cabo, es un actitud
de aproximación a los otros para reconocer las diferencias que éstos tienen con
respecto a nosotros mismos.
Comúnmente, la empatía es confundida con ser
similar al otro, cuando es justo lo
contrario. Las personas poco empáticas,
también son poco tolerantes a las diferencias con
los otros, a la asunción de
que los otros tienen necesidades distintas de las suyas y que,
éstas son igual
de importantes.
Este tipo de personas acaban por crear
vínculos desequilibrados y neuróticos, basados
en
la co-dependencia. Una persona es co-dependiente cuando se ha dejado
influir por el
comportamiento de otra persona y vive obsesionada por controlarlo.
La persona
co-dependiente no tiene una actitud positiva, al contrario
de lo que podríamos pensar, ya
que esa actitud le genera baja autoestima
y poca confianza en ella misma.
Por
tanto, la empatía comienza en la comprensión y aceptación de nosotros mismos. Y para ello, debemos conocer
nuestras necesidades, valorar nuestras cualidades y en definitiva, querernos. Si
somos un perfecto desconocido para nosotros mismos, ¿cómo podremos ser capaces
de interesarnos por conocer las necesidades y deseos de los demás?
Desde Clinica Barrachina esperamos
que os haya sido útil el post de hoy.
¡Feliz fin de semana!
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